PUERTO RICO COMO HOLLYWOOD DEL CARIBE ES POSIBLE

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A medio camino entre la infraestructura estadounidense y la riqueza cultural del Caribe, Puerto Rico se ha posicionado como un destino atractivo para proyectos internacionales, coproducciones regionales y contenidos para plataformas de streaming. Su ubicación estratégica, la diversidad de locaciones naturales y urbanas, así como el bilingüismo de su fuerza laboral, le han permitido competir con otras jurisdicciones de la región que también buscan atraer producciones extranjeras.

El incentivo contributivo del 40% sobre gastos elegibles ha sido una de las razones principales por las que productoras extranjeras han mirado hacia San Juan, Vieques o el Bosque Seco de Guánica —y tantos otros lugares en la Isla— como escenarios rentables. Esta política fiscal ha servido de palanca de atracción, pero su verdadero valor radica en lo que ha desencadenado: el fortalecimiento de un ecosistema creativo capaz de generar empleos bien remunerados, activar PyMES locales —desde servicios de catering hasta alquiler de equipos, diseño de vestuario y construcción de escenografías— y aprovechar una comunidad técnica con experiencia internacional.

Con el paso del tiempo, ese mismo ecosistema ha comenzado a pensar más allá de los beneficios inmediatos de recibir producciones externas. Hay un impulso creciente, todavía en gestación, por construir una industria audiovisual con identidad propia y capacidad exportadora. No todo depende, ni debe depender, de los proyectos foráneos. Cada vez son más los creadores locales que se organizan para levantar propuestas desde el Caribe, con narrativas que van más allá de la identidad puertorriqueña, sino de toda América Latina.

Actualmente, por ejemplo, se encuentra en fase de preproducción una serie concebida como coproducción entre Puerto Rico y México, cuya primera temporada se proyecta filmar a inicios de 2026. Aunque aún en etapa temprana, iniciativas como ésta reflejan el deseo —y la capacidad— de contar nuestras historias con una mirada propia, sin renunciar a las alianzas internacionales que permiten elevar los estándares de producción y con un mayor alcance de distribución.

El desafío ahora es consolidar este crecimiento con visión de largo plazo. Se necesita inversión sostenida en infraestructura —como estudios insonorizados, laboratorios de postproducción, almacenes técnicos y espacios de formación. Además, urge una política pública que vea al cine, la televisión y los contenidos digitales no sólo como entretenimiento o promoción turística, sino como parte integral de la economía del conocimiento y la cultura.

Puerto Rico tiene el talento profesional y artístico, la experiencia y la geografía. Cuenta además con una comunidad creativa y una audiencia global cada vez más interesada en historias diversas y auténticas. Lo que falta es un empujón sostenido —desde el sector público y privado— para convertir esa energía creativa en motor económico.

Apostar por la producción audiovisual no es un lujo cultural: es una estrategia de desarrollo inteligente. En un mundo donde las ideas viajan más rápido que los bienes, contar nuestras propias historias puede ser, paradójicamente, una de las maneras más eficaces de avanzar hacia el futuro.