EL FEMINISMO, BAD BUNNY Y LA MIRADA CRÍTICA… ¿DOBLE VARA?

En los debates sobre cultura contemporánea, el caso de Bad Bunny representa un interesante punto de análisis.  El artista puertorriqueño ha sido celebrado por romper moldes tradicionales de masculinidad y por visibilizar causas sociales como la equidad de género y los derechos de la comunidad LGBTIQ+.  Su imagen con faldas, maquillaje y uñas pintadas (algo que Words Four Two hizo a fines de los 80s en Puerto Rico, asi como bandas de rock a nivel internacional) ha sido ampliamente compartida como símbolo de una nueva sensibilidad masculina, más libre y menos agresiva.

Ese gesto, sin duda valioso, le ha granjeado el apoyo de figuras feministas como Henar Álvarez —guionista y periodista española reconocida por sus columnas en El País—, Nerea Pérez de las Heras —autora del libro Feminismo para torpes— o Cristina Fallarás, promotora del movimiento #Cuéntalo en redes sociales. Todas ellas han valorado positivamente el impacto de Bad Bunny como un referente que desafía los estereotipos patriarcales, al tiempo que conecta con audiencias jóvenes desde lo urbano y lo popular.

Sin embargo, no deja de ser relevante señalar que muchas de las letras del mismo artista —como “La Jumpa”, “Titi Me Preguntó”, y “Baby Nueva”— siguen mostrando a la mujer como objeto de deseo o accesorio erótico, invitando a la mentalidad esterotipada de que el hombre debe tener muchas mujeres. El propio catedrático Octavio Salazar, experto en derecho constitucional y masculinidades, ha escrito sobre esta tensión: mientras algunos mensajes de Bad Bunny promueven autonomía y respeto, otros caen en la cosificación que el feminismo históricamente ha cuestionado.

Este contraste no busca desacreditar al intérprete urbano, sino invitar a la reflexión. ¿Es posible celebrar a un artista por sus gestos progresistas sin dejar de examinar críticamente sus mensajes? ¿Hasta qué punto se justifica el entusiasmo cultural de su llamado desafío al patriarcado cuando persisten expresiones que refuerzan esta mentalidad machista tradicional?

Creemos que sí es posible disfrutar de la cultura popular sin renunciar a una mirada crítica. No se trata de imponer purezas ideológicas, sino de asumir que el pensamiento feminista, como cualquier otra corriente ética, debe tener la capacidad de señalar con coherencia lo que considera problemático, venga de donde venga. Pero por lo visto, para muchas es sólo con algunos, lo que deja al desnudo sus motivaciones.  Muchas de estas llamadas feministas y activistas, lejos de buscar justicia o defensa de derechos, sólo buscan protagonismo, llamar la atención y adelantar su agenda en contra del demonizado hombre blanco heterosexual.

La admiración o su aporte a la economía, al turismo, o al reconocimiento de la Isla a nivel internacional, puntos que son innegables, no debe implicar indulgencia. Y si aspiramos a una sociedad con representaciones más justas e inclusivas, también debemos exigir consistencia a quienes admiramos.