El Huerto Gongolí… un paraíso agrícola en una azotea urbana

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¿Quién no jugó con un gongolí de niño?  El gusanito milípedo es, junto al lagartijo, miembro permanente de la fauna del jardín boricua. Por eso no me extraña que alguien le ponga a su huerto ese nombre, pues se queda pegado a la mente: gongolí, gongolí….

Papayas, tomates y hierbas engalanan el Huerto Gongolí, en la azotea de un edificio de apartamentos en plena ciudad.

La primera vez que supe del Huerto Gongolí fue mirando unos videos sobre agricultura en Facebook.  Uno de los videos trataba sobre una persona que tenía un huerto en el techo de su apartamento.  “¡Ese huerto tiene que estar en el nuevo documental!”, me dije. En ese momento, ya tramaba sobre la segunda parte de “Raíces” y me hice el propósito de buscar al dueño y entrevistarlo para conocer más sobre su proyecto. 

Resulta que el dueño en cuestión era una de esas personas con las que tienes muchos amigos en común.  Luego de varios mensajes en “Messenger” y varias llamadas telefónicas donde hablamos de todo, concertamos la visita.

Kale del Huerto Gongolí.

Unos días después, con una amplia sonrisa, nos recibió en su hogar Pedrito Muñiz.  Para este apasionado de la agricultura en el hogar, el vivir en un complejo de apartamentos ha sido la oportunidad para ponerse creativo y crear un huerto en un lugar poco inusual. Mientras hacemos la entrevista, su pasión por el huerto es evidente.  ¡Es un espacio mágico!  Pedrito tiene allí una gran variedad de siembra, entre ellas zanahorias, parchas, maíz, cúrcuma, tomates, y muchas especias.  Mientras conversamos, también nos damos cuenta que el huerto ha atraído una fauna al lugar.  Insectos y polinizadores se dan cita en su diario trajín por el techo, enriqueciendo aún más la importancia de su huerto en el ecosistema urbano.

Pedrito cosechando su experimento de zanahorias.

Pedrito nos confiesa que el huerto le ha enseñado paciencia.  Allí todo va a su propio paso y los milagros ocurren en cucharadas pequeñas. Esta recompensa viene de una dedicación casi devota al espacio, donde fácilmente pasa 1 a 2 horas de su día. Pero de igual manera reconoció que en muchas ocasiones, a la hora de cocinar, sólo tiene que mirar hacia afuera y con su cosecha se ahorra el viaje al supermercado.  De ahí, nuestra conversación giró a la economía, agroecología, el apoyo al producto local y de cómo hemos ido perdiendo la costumbre de apoyar al verdulero de la esquina, al colmado pequeño y al agricultor local.

Al terminar nuestra conversación, el tráfico de las 5 de la tarde hacía eco lejano a nuestras últimas palabras.  Y mientras me retiraba en mi auto, me quedé pensando que necesitamos más Pedritos en la ciudad.

El crew de Raíces de Barrio junto a Pedrito Muñiz en su Huerto Gongolí.