
Esta madrugada Estados Unidos ejecutó un ataque aéreo contra tres de las principales instalaciones nucleares de Irán: Fordow, Natanz e Isfahán. La ofensiva, llevada a cabo en coordinación con Israel, marca un giro drástico en el conflicto regional y en la política exterior estadounidense.
El presidente Donald Trump, quien lidera nuevamente la Casa Blanca, calificó la operación como un “éxito militar total” y aseguró que “Fordow se ha ido”. Según Trump, todos los aviones involucrados regresaron sin daños, en lo que describió como una “misión impecable”. Agradeció públicamente a las fuerzas armadas israelíes por su colaboración en la campaña militar y aseguró que Irán “tiene ahora una decisión clara: guerra o paz”.
Las autoridades iraníes condenaron el ataque, lo denunciaron como una agresión ilegal y prometieron responder. En un mensaje difundido por medios estatales, el gobierno de Teherán advirtió que las represalias serán “proporcionales y contundentes”. Irán también solicitó una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU, argumentando que el bombardeo viola el derecho internacional y pone en peligro la estabilidad global.
La comunidad internacional observa con preocupación este nuevo episodio de tensión. Analistas y expertos en relaciones internacionales han alertado sobre el riesgo de una escalada bélica a gran escala, especialmente si Irán decide responder militarmente. La ONU, por su parte, ha hecho un llamado urgente a la moderación y al diálogo diplomático.
Aunque aún se desconoce el alcance exacto de los daños, las primeras imágenes satelitales confirman severas afectaciones a la estructura de la planta de Fordow, una de las instalaciones nucleares subterráneas más protegidas del país persa.
Este ataque podría redefinir el equilibrio de poder en la región y traer consecuencias geopolíticas imprevisibles. Mientras tanto, el mundo mantiene la respiración ante la posibilidad de una respuesta inmediata por parte de Irán y el inicio de una nueva etapa de confrontación en Medio Oriente.