
A menos de siete meses de haber asumido la gobernación, Jenniffer González enfrenta lo que algunos sectores han interpretado como un momento de inestabilidad en su gabinete. Sin embargo, la Mandataria insiste en que los cambios son parte de una estrategia previamente acordada y no responden a crisis internas.
Durante una comparecencia reciente en el contexto de los funerales del expresidente cameral José Ronaldo “Ronny” Jarabo, la gobernadora reconoció que más funcionarios de su equipo ejecutivo podrían estar dejando sus cargos en los próximos días. Y aunque puede verse en ello un signo de debilidad administrativa, González ha sido enfática en aclarar que muchas de estas renuncias fueron pactadas desde enero, como parte de un compromiso temporal de seis meses con la transición de gobierno.
Los casos más recientes confirman esta narrativa. Natalia Zequeira Díaz, Comisionada de Instituciones Financieras, y Eric Santiago Justiniano, Director Ejecutivo de la Compañía de Fomento Industrial de Puerto Rico (PRIDCO), salieron oficialmente de sus puestos el 30 de junio, tal como se había planificado. La Gobernadora les agradeció públicamente por extender su estadía hasta ese momento y nombró de inmediato a sus sucesores: Mónica Rodríguez Villa, a la Oficina del Comisionado de Instituciones Financieras y Carlos Ríos como interino en PRIDCO, mientras se entrevista a candidatos permanentes.
Para González, esta etapa es una evolución natural en el proceso de consolidación de su administración. En sus palabras, “hay gente que estuvo de forma interina por un periodo de seis meses que ya había dicho desde enero que no se iban a quedar”. Bajo esa lógica, no se trataría de una desbandada, sino de una depuración lógica en un gobierno que aún se está estructurando.
A pesar de estos mensajes tranquilizadores, la falta de nombramientos permanentes en varias agencias clave, sumada a la especulación sobre otras posibles renuncias, levanta interrogantes. Por ejemplo, rumores sobre la salida del secretario de Hacienda, Ángel Pantoja, fueron rápidamente desmentidos, tanto por él, como por la propia Primera Ejecutiva. No obstante, el simple hecho de que esos rumores circulen refleja una percepción pública de inestabilidad, e incluso de un gobierno impovisado.
Hay también una dimensión política inevitable. González asumió la gobernación luego de una primaria divisiva dentro del Partido Nuevo Progresista (PNP), lo que obliga a gestionar cuidadosamente las lealtades internas y los equilibrios de poder. En ese sentido, cada renuncia —aunque planificada— representa también una oportunidad para redefinir alianzas y enviar mensajes de dirección estratégica.
El caso de Rosachely Rivera como nueva secretaria de Estado, confirmada recientemente, marca un paso importante en esa consolidación. Aunque estra movida de Rivera, de abandonar la Alcaldía de Gurabo, luego de haber ganado la elección por cerca de un 80%, es muy arriesgada. Si bien, puede aportar mucho a esta administración, de no prosperar el gobierno de González y salir derrotada en las elecciones de 2028 o en el proceso primarista, ya no tendría oportunidad de regresar a dirigir el municipio. Incluso, muchos consideran una traición a Gurabpo, que haya aceptado la designación. González necesita que completar su equipo de confianza, para que su administración pueda avanzar con mayor cohesión en la ejecución de políticas públicas y en la proyección de estabilidad institucional.
Por ahora, el reto inmediato es doble: mantener la narrativa de que estos movimientos responden a una planificación sensata, y al mismo tiempo demostrar, con hechos concretos, que los cambios no detienen la gestión. En un país donde la percepción de gobierno puede cambiar de un día para otro, la gobernadora sabe que cada nombramiento —y cada renuncia— cuenta.